…Donde todo fluye
°Paseo por mi vida°
Mucho más que leer, conocer y sentir
Sin tabúes, pero con conciencia
Edición Especial
LOS AÑOS PASAN Y UNO NO SE DA CUENTA (YO PORQUE SOY ESCRITOR, Y, NI SIQUIERA POR ESO, SINO PORQUE SE LLEGA A UNA EDAD ADULTA Y SABES DE QUÉ SE TRATA LA VIDA), ES UN FACTOR COMÚN. ÉSTE ES UN SEMANARIO, QUIZÁS PARA COLECCIÓN, PERO COMO LA GENTE ACTUAL ES “FLOJA PARA LEER”, NO PASARÁN DEL SEGUNDO PÁRRAFO… IGUAL ESCRIBO, PORQUE MIS LECTORES ASIDUOS LO ESPERAN Y PORQUE QUIERO EXPRESARLO. EN TODOS ESTOS AÑOS HE ESCRITO DE MI VIDA, Y NI SE DAN CUENTA, O MEJOR DICHO, HAN VIVIDO HISTORIAS QUE YO HE SENTIDO, PERO POR OTRAS PERSONAS…
NOMÉNCLATOR
- Introito
- Ofrenda Literaria
- Reflexiones junto al café
- Vuelta de broza
- … Y como dirían en mi villorrio
- Vuelta de hoja
- Exeat
INTROITO
Agarra el maldito Escalpelo, también el bitoquecillo que está encima del retrete y acaba con ese amor, pérfida. Vuelve a tomar el Escalpelo, clávalo en el alma, que, morirá de inmediato. No vale de nada matar con charcos de sangre, no vale la pena ensuciarse las manos con una rata sucia; la peor muerte está en el desprecio y la indiferencia. ¡Quiérete a ti misma, perra!
Por eso, me interrogo, y regreso a un escrito del pasado, sí, porque pareciera que el tiempo no pasa, ¿o sí? Sí pasa, pero cada vez estamos peor, y, es por falta de amor… ¡y todo lo culpan a los sentimientos, y se van por la izquierda, diciendo que quieren quedarse solas (los) un tiempo! Es una gafedad. ¿Por qué existimos? ¿Para qué existimos? ¿Con qué fin? ¿Para qué es todo esto? Destruimos sin saber, perdemos lo que amamos. Luchamos, ¿y?
Nos arrepentimos demasiado tarde de nuestros actos, ¿y de qué nos sirve? ¿Para qué? Si, a decir verdad, no hay vuelta atrás, cuando, supuestamente, todo tiene reparo en esta vida (decir adiós es una de ellas, ¿es un reparo?). Mentira resulta ser, y tú, ahí, sufriendo, sin que la otra persona lo haga, de tanto que entregaste, ¿o fue un error amar con tanta fuerza? No es cuestión de experiencia, pues, el ser humano existe para hacer lo mismo... para nacer, aprender a caminar, tener una educación, estudiar, graduarse, trabajar, tener pareja, hacer una familia, tener hijos, criarlos, y morir. Además, tenemos que alimentarnos, ir al baño a defecar, bañarse, comprar ropa para vestirnos, desnudarnos para hacer el amor, llenarnos de vicio, como el cigarrillo, o una infidelidad. Hacemos amigos, lo convertimos en hermanos putativos, y, ¿para qué?
Nos compramos un celular, pero si no mandas un mensaje, no se recuerdan de ti; nos divertimos bailando, pero, a la vez, luego de la parranda, te sigues sintiendo solo, pues, el verdadero amor se te ha ido, ¿o tú mismo? Resulta igual... Compones una canción, llena de amor, la entregas a la persona que amas, y, ¿para qué? Al cabo del tiempo te dejan, y tú te quedas con la canción, escuchándola, preguntándote: "¿para qué la compuse?". Y lo peor no es eso, sino aparezca 10 años después, y diga: “me di cuenta que te amaba. En aquella época tenía que superar muchas cosas. Regresé a ti sin saber si estabas solo o no, igual quise intentarlo. Si tenías a tu pareja, por lo menos lo intentaba”. ¿Qué atrocidad es esa? Más valdría nunca enamorarse, o tener a una pareja que sientas atracción, quizás deseo, pero que no pase de esa frontera... todo sería mucho más conveniente para el futuro que creaste, el que te juraron, ese amor por siempre, y tú solo, ahora, mañana, ayer, mientras la otra persona sigue su rumbo, como si nada hubiese pasado.
Nunca sabremos para qué demonios existimos, para qué entregamos nuestra vida a alguien, si ésta no la aprecia, luego de unos años, si el amor se acaba, como todo en la vida. Estropeamos nuestra felicidad nosotros mismos, sin tener conciencia del hecho, y te das cuenta cuando todo está destruido, cuando no puedes rescatar ni siquiera la amistad con esa persona, ¿por qué? El olvido nunca será olvido, en recuerdos se quedarán, ¿y por qué vivimos del recuerdo? ¿Para qué existe? Para hacernos daño, para volver a comenzar; simple hecho que nos llena de vacío, porque otro verdadero amor jamás vas a encontrar, así te lo mientas a ti mismo.
¿Para qué tantas cosas, si después no nos servirá para nada? Quizás para no volver a cometer los mismos errores, pero eso es gramínea, ¡así de simple! Pues, nunca volverás a querer así, es más, para los hombres que amaron de verdad, nunca se hará el amor de la misma manera.
No hay que hundirse, dicen por ahí, pero es un engaño, porque sí, porque sí y porque sí; no te conformarás con un fin, porque todo te recordará a la persona, cualquier canción, así sea nueva, porque las calles te dirán que estás sol@ y porque no podrás salir fácilmente de ese dolor. Quien ama de verdad, sigue luchando, y seguirá luchando, así sea entre cuatro paredes, encerrado en ti mismo, arrepentido, quizás, pero lucharás, así se te acabe la vida en el intento, pues esa persona, en el millón de tantos, es la única que puede hacerte feliz. A pesar del esfuerzo, la otra persona seguirá atrincherada, tendrás encuentros desagradables, y, por ende, tu vida cambiará radicalmente... ¿Cómo seguir? ¿Para qué? Algunas veces no entendemos el porqué la vida nos hace sufrir tanto, por qué cambian las cosas de un día para otro, así tú hayas sido el causante. Lo hiciste porque querías proteger a esa persona, pero, lamentablemente, no vieron ni apreciaron tu esfuerzo, sólo sirvió para nada, para un alejamiento, para que te quedaras solo, como siempre has estado, como nacimos, como morimos. Glu, glu, glu. ¡Al caso! ¡Qué frasco! ¡Completo asco!
(°,°) OFRENDA LITERARIA(°,°)
Gorditas y flaquitos
Tan flaco como una espina,
tan gordo como un pipote,
así te dicen, como propina
llena de sarcasmo, que se vierte en tu norte.
¡Te acomplejas!
Andas caminando, y eres invisible,
quieres bailar, pero nadie acepta,
porque eres flaco, gordo, ¡qué inadmisible!
Así te llama la sociedad: eres sucia chancleta.
¿Quién eres, tienes nombre, o simplemente eres obesa?
¿Tienes apellido, o sólo eres una estaca?
Anímate, haz dieta, engorda, no pierdas la cabeza
por esa gente malsana, que, según, bien se destaca.
¿En qué?
Caminar cual pasarela, vestir de lujo, hablar cantadito,
bailar con lo más bello, salir con el más guapo...
¿Qué es eso? De igual manera quedarás desnudito,
usado como un miserable trapo.
¿Para qué tanta belleza, si lo que buscan es sexo?
¿Cuál es el maldito nexo?
Pasarla bien, sí, ¡qué bueno! Esa tal persona que es de tu convenir,
pero luego de penetrarte, lo que te hace es sufrir.
¿Por qué?
Quería tus lolas, tus curvas, tu vagina rapada,
tu desnudez... "A esa me la ¡!", divulgará,
mientras a tu cuerpo desnudo da la espalda;
te raspó... ¿y? ¿Quién carajo te amará?
¡No perderás las esperanzas!
Te vestirás, otros hombres te buscarán;
tu belleza habla por sí sola, eres sumamente hermosa,
¿quién ve tu sufrimiento? ¿yo? ¿Un hombre picio?
Ahí te puedes quedar, pero feliz, como un vicio,
porque te valorará por lo que eres, no por tu figura sinuosa.
¿Y tú, gorda? ¿y tú, raquítico?
¿Qué te toca?
Acomplejarte, sentirte mal, dormir para no llorar,
¡qué va! Deja eso, tú eres importante; amor invocas...
¡No te quedes ahí, vuela y vuela, busca tu escoba!
Date cuenta de lo que estorba,
¿kilos de más, kilos que necesitas?
¡Hazlo! Cambia, pero por ti, no por los demás,
verás que con buen ego, a muchos te sacudirás...
y con un ser especial te quedarás,
la persona que vio tu evolución, tu estado de ánimo,
tu parte interna, tu donaire,
¿sabes por qué?
Porque no eres gorda o raquítica, eres alguien...
ESTRIBILLO:
¡No te acomplejes, por favor, sube a la más alta cumbre,
que, allí, amiga, amigo, el amor se descubre!
(Está dentro de ti. Sólo aflóralo)
DEDICADO A LAS GORDAS Y LOS FLACOS.
"El resto es silencio", como diría Shakespeare.
Frank Nessi.
(°-°) REFLEXIONES JUNTO AL CAFÉ (°-°)
La Mano de un Escritor
I
Siempre me sentí extasiado por los lugares en donde he vivido, por las casas de pueblo y los edificios citadinos. Por ejemplo, cuando viví en Valencia, disfrutaba jugar con los vecinos en la larga cuadra, pintoresca de piedras y escaleras rústicas. En aquella época, desde luego, no le prestaba atención al lugar, más bien nos interesaba la pequeña falda de Mayerly y el cuarto sin cortinas de Laura, ¡qué momentos aquellos! Sin embargo, como cualquier niño travieso, nos enfocábamos más en fusilar al vecino más tonto y jugar al escondite con las chicas por las noches.
Recuerdo mi habitación ausente de muebles, como el escritor que me sentía; me hacía falta un sofá (el que estaba en el cuarto de papá) o alguna butaca que fuere propicia para escribir algunos poemas o la historia de mi vida, ésta que ahora escribo, 24 años después de aquella vaga idea. ¿Qué iba a escribir a los siete años de edad? Quizás de las cortas faldas de Mayerly, el sometimiento que le tenía a todos los vecinos por ser el líder del grupo, o adorar a mi maestra de primer grado Ángela, una señora maternal, con ojos claros y aquellas manos arrugadas, metafóricas a la desdicha que había enmarcado su vida como maestra. Hubiese sido un buen comienzo descriptivo, unas hojas casi increíbles por la horrible letra y unas cuantas arrugadas de cara por los errores ortográficos, pero bien servirían en bandeja de plata una historia completamente real, y no que se basara en recuerdos. Como cualquier otro niño, no me importaba ensuciarme, rascarme lo que me picaba o hacerle caso a las señoras de la cuadra, factor que más adelante sería factor de mudanza, por el comportamiento malandrín que adopté en aquel lugar donde pasé mi infancia.
Me encantaba ir a una casa abandonada con mis séquitos de la bandita, fumando mis primeros cigarrillos, y, como el malo de la pandilla, armar la estrategia para entrar a la casa sin que nadie se diera cuenta y tener nuestro rincón prohibido para las próximas emboscadas a los grupos de las otras etapas de la fundación. Me encantaba la ventana trasera de esa casa, los primeros dos escalones de la escalera de espiral y el jardín seco, perfecto para inspirarme, ya solo, toda una tarde, encontrando lo que sería en el futuro, aunque no me diera cuenta en ese momento: ser amante de la escritura y la soledad. Cuando brincaba el alto muro, al lado izquierdo de la puerta trasera, siempre miraba hacia atrás, como despidiéndome de aquel lugar, sabiendo que iba a regresar al siguiente día o pasar en mi bicicleta contra pedal más tarde, supervisando que otro de los líderes de las bandas no la ocupara y se armara otra pelea, particulares de la época, sólo entre puños y patadas. Esa acción de despedida, girar hacia atrás, me haría un hombre soñador, meditativo, reflexivo, fatalista y hasta sarcástico, pero por tener, quizás, un doble perfil, el niño que era en aquel tiempo para todos: fuerte, indisciplinado, impaciente, retrechero, insolente, gendarme, indócil y hasta salvaje, pues, si me hacían molestar sólo un poco, como mínimo, llegaba a su casa con un moretón, mientras que dentro de mi soledad se afloraba el ser humano racional, sensible, humanista y hasta romántico, pero fuera del círculo social donde me encontraba.
No hay peor recuerdo, que el que no se recuerda. Es así, pues, está dentro de nosotros, lo mantenemos vigente y no sabemos lo que es. Adoptamos patrones vividos, la mayoría negativos, para crear o inventarnos una vida feliz que no existe, como por ejemplo, aquella ventana, enmohecida, rota, oxidada, con apenas un rayo de luz y al fondo las matas secas, ¡he allí el intrínseco gusto! Amaba esa vista, la añoro, me gustaría regresar y sentarme en el mismo sitio, pero con la experiencia adquirida, para saber el porqué me ha ido tan mal en el amor, el porqué siempre he ensombrecido mis relaciones sentimentales, y el porqué enturbio la felicidad con tonterías… ¿Por qué? Porque siempre fui trágico, intenso, funesto y el líder de una pandilla de más de diez cuadras, y más adelante, el máximo adalid de la Fundación Mendoza, quien supervisaba las seis etapas para planificar mayores embestidas…
En mis noches me sentada en el segundo piso de la casa; la habitación estaba vacía, sin puertas, y, sólo un rayo de luz entraba por la pequeña ventanilla; mi papá nunca terminó la construcción, así que aquel rinconcito adapté como mío, sin que nadie lo supiera, luego de esperar que mi mamá se quedara dormida e hiciera el terrorífico recorrido. De sólo pensar ir a aquella habitación, tiritaba, las piernas se paralizaban y el frío irrumpía mi pecho como témpanos. Tenía que buscar las llaves en la sala, completamente a oscuras, pasar por el pasillo hacia la cocina (donde mi papá había pintado a vírgenes, a Jesucristo en un ataúd y alguna que otra vela encendida); una vez llegaba a la puerta de hierro marrón, los dedos me trepidaban, hasta que por fin lograba abrirla, y escuchar el sonido ominoso “track-track”. Lentamente, volvía a cerrar, dándole la espalda al muñeco de cemento que hizo mi papá de él mismo, en medio de la oscuridad, idéntico a mi progenitor, recalcándome que el miedo me lo inventaba yo mismo y aquella casa tipo Familia Monsters, con pasadizos, pintada hasta el último rincón y con cuanto animal se le ocurría a mis padres adoptar, bajo el montón de jaulas, el suelo de cemento liso gris y las escaleras por donde tenía que subir, la mayoría de las veces sin hacer ruido, pues, mi papá dormía en la parte de arriba y con su afición de radioaficionado se quedaba hasta la madrugada con el bendito “pi-pi.pi-pi-pipipipi”, Clave Morse que timbraba en mis oídos al desespero, y, con las palmas de mis manos en la pared, subiendo escalón por escalón, despacio, pavoroso y hasta agachado, llegar a la meta del último, sin que Cotufa (la perra), se le ocurriera ladrar, porque me tocaría arrodillarme y gatear hasta la habitación, mas, sólo ocurrió dos veces, ocasiones en la cual mi papá no estaba. Era una osadía, brío y atrevimiento a vencer el miedo, una y otra vez, sin que ésta bajara su nivel, más bien subía el termómetro de la adrenalina, mas, una vez en la habitación, llegaba la calma, aunque fuere mucha más oscuridad, quizás hasta más peligroso, pero alcanzaba mi meta diaria, mis letras diarias, sin ser drama, intenso u alarmista, simplemente era luchar contra mí mismo; el hecho de ser el niño más valiente, rudo y hasta bestia, sólo terminaba siendo el más popular, pero intrínsecamente el más débil por la sensibilidad de mi energía espiritual. Ahí sentado, con el pequeño cuaderno que escondía entre los bloques, me sentía extremadamente feliz, ideando personajes diferentes a mí o lo que podía ver a esa corta edad; veía siempre a una mujer caminando por la orilla de la playa, sola, bajo la luz de la luna (ese rayo que llegaba a mí), con los pies mojados, la arena húmeda, y regresándose nuevamente, luego que no encontrara a la persona que buscaba (y yo, sentado con un lápiz comido entre el cuaderno, mis pensamientos hacia esa mujer adulta, determinando que ella era mi Mujer Amada, aunque en aquella época la llamada Hada. Un par de horas servían para la calma, y retornar a la cama donde siempre dormí, junto a mi mamá, con el mismo miedo, pero más suelto, pues, mi mente estaba en aquella playa, bajo el sonido del mar, el sonido del mar, y pincelando en mi memoria versos de Pablo Neruda: “Amada de los ríos, combatida/por agua azul y gotas transparentes,/como un árbol de venas es tu espectro/de diosa oscura que muerde manzanas:/al despertar desnuda entonces,/eras tatuada por los ríos,/y en la altura mojada tu cabeza/llenaba el mundo con nuevos rocíos./Te trepidaba el agua en la cintura./Eras de manantiales construida/y te brillaban lagos en la frente./De tu espesura madre recogías/el agua como lágrimas vitales,/y arrastrabas los cauces a la arena/a través de la noche planetaria,/cruzando ásperas piedras dilatadas,/rompiendo en el camino/toda la sal de la geología,/cortando bosques de compactos muros,/apartando los músculos del cuarzo”.
Siempre tuve libros por doquier, frascos de vidrio llenos de lápices, bolígrafos y colores, toda una colección para hacerme escritor. Pero, jamás pensé que lo estaba siendo, ni tampoco que iba a ser un modo de vida, hasta que maduré, cuando Mayerly, después de tanto que la espiábamos, un día que andaba por bicicleta, y me paré para verla, parada en el porche de su casa, subió la fina tela negra, y vi sus pantaleticas. Solté la bicicleta, bruscamente, y, en una de las columnas de la reja principal, y dejando mis manos en el mentón, inocente, dije: “bella espuma que mis ojos ven/acércate a mí y dame un beso/no huyas, que ya causaste en mi sensación./Lléname de todo tu embeleso”. Sabrá Dios el porqué hice aquello, y viéndola así, pero ocurrió tal cual lo relato. Supe en ese momento (ahora lo descubro), que fue un error, porque con la fama de malo que tenía, y soltando aquello, no era lo adecuado. Mayerly se bajó la falta con rabia, me volteó los ojos y entró a la casa, cerrando la puerta de madera con fuerza. Ahí me quedé un rato, creyendo que estaba pensando o analizando su reacción, cuando, en pocos segundos, ella se asomó por la cortina blanca de la ingente ventana, me lanzó un besito, y se apartó. Con esboza sonrisa regresé a casa, blanco en pensamientos, pero con una energía sobrenatural, inexplicable, pero negativa, porque mi reacción debió ser diferente, mucho más instintiva, agresiva y corporal. Definitivamente, aflorar sentimientos y ser sinceros, no siempre trae felicidad, mientras que las ocurrencias desfasadas y enmascaradas pueden traernos alegría. Ese acontecimiento fue la raíz de ser escritor, y las consecuencias un mar de experiencias, sumergidos en el desamparo y regocijo; lo esencial está en ser uno mismo, aunque, y es así, nunca sucede.
II
Desperté como siempre, alegre y esperanzador de encontrar el amor, en tiempo equinoccio, sin saber que sería un día maravilloso; los pájaros que nunca cantaban lo hacían desde mi ventana, la doméstica llegó tan temprano que desayuné a las siete en punto y hasta mi tía me llamó desde Rusia solamente para preguntarme si estaba bien... ¿qué tenía de especial el día? Energía lábura que corría por mis venas y se convertiría en un bello esplendor... aún así era la misma rutina, pero con emoción.
Llegué a la universidad, en mi plan de docente, conversé con quien me encontraba en el camino y hasta hallé cuatro citas con distintas mujeres, todas blancas, impresionadas por mi carácter de festín, tal cual borracho de Western... mis amigas no me reconocían, pese a ser así muchas veces con su compañía... El día pasaba, el sol se iba y la luna aparecía; me quedé hasta tarde en la universidad, quizás esperando o buscando lo que no se me había perdido, me cansé de estar sentado viendo para todos lados y me fui del lugar, enrumbándome para mi casa. Llegué a la estación La Paz, el reloj marcaba las ocho y catorce, me encontraba leyendo filosofía en la ruta 601; la vista se me cansó y me quedé quieto, viendo a la mujer que tenía delante, flaca, cabello liso marrón largo, ojos de tigra, sobre todo por su sombreado y sus senos grandes, con escote diminuto. Ella se dio cuenta que la veía demasiado y se acercó más a mí, una columna de metal eran testigo... Mis ojos parecían huevos fritos, deseaba desnudarla y chuparle los pezones con delicadeza, pero mi vuelo desapareció, aunque no la taquicardia que tenía encima.
Entramos al Metrobús, me senté en la parte de atrás, pensando: “si se sienta a mi lado entonces le marco la huella... ahora, si se sienta por aquí cerca, debo hacer algo para hacerme notar”. Aquel pensamiento fue inmaduro, lo sé, el de plantilla, sexual, ¿común? Sí, quizás; no me importó que aquella mujer fuere modelo, con 40 años y nalgas de avispón, ¿y qué era yo? Un flaco de lentes con cabello largo, anticuado, y con la pinta de bohemio que ni Satanás me quitaría (en esos años, je, je, je).
Me senté al fin. La bella mujer se quedó comprando el ticket; extrañamente, me sentí nervioso, como el día que día mi primer beso, ¡uy! ¡Qué recuerdo! Apenas con 6 años de edad… Al fin marcó su trazo por el pasillo, queriéndose sentar en el puesto inverso al mío; lo único que se me ocurrió hacer fue: “¡Psssst!”; parecía un juego bastante seductor, aunque algo niño para ella, pensé... Me miró, o me comió, sentí, porque sus ojos pasaron por todo mi cuerpo. “¿Me llamas a mí?”, dijo, sugerente, al tiempo que le contestaba: “¿qué otra mujer podría ser?”. No sé si a esa edad, joven, aunque profesor universitario, el destino me regalaba una pizca de felicidad a mi íntegra soledad, envuelta en la belleza más placentera que habían visto mis ojos negros.
No me recuerdo lo que le pregunté, sólo vi su mirada; era profunda, sufrida y a la vez mágica, con una sensualidad inimaginable... provocaba desnudarla allí mismo y hacerla mía... Al oído le confesé, luego de una larga conversa de quehaceres de los dos: “eres una mujer estupendamente bella, llevas erotismo enloquecedor; ojalá y...”. No me dejó terminar, sólo colocó su mano izquierda en mi boca y me pidió que no hablara más, que estaba cansada de piropos, y que quería pruebas de ese momento apremiante.
Quedé casi paranoico. Por primera vez sentí la obsesión entre mi pecho y mi garganta, el corazón taquicardiado y el pene erecto; de tan sólo pensar en su boca en mi piel, me erizaba, y, cual adolescente inmaduro, en esos momentos, ni me interesó en conocer los sentimientos que podía tener.
Nos bajamos en la parada de un centro comercial cercano. Cruzamos la calle y entramos a su edificio; recuerdo que había una Virgen de Coromoto en la entrada, escultura que no quise ver, por razones obvias… Subimos, hasta que entramos a su apartamento, demudos, y yo pensando en mi soledad, en ese encuentro que tendría con mi Mujer Amada, a la que tanto le escribí, “¿acaso era ella?”, me pregunté, cuando sentí sus manos aferrándose a las mías, llevándome hasta su recámara. Nos acostados del lado derecho de la cama, a la vista mágica de sábanas rojas y almohadas de fundas blancas, sin dejarnos de ver ni por un instante. Aquella hermosa mujer empezó a tocarme; me soltó la cola, cayendo a sus manos, luego me arrebató la camisa y besó cada parte de mi pecho lambrijo, mis tetillas humectadas por su hálito crepuscular, sintiendo mi barriga brincar, llenándome de una energía etérea, extrañamente, y bajo la piel con piel que jamás sentí nunca. Desabrochó mi pantalón; bajó el cierre, y, delicadamente, acopló su mano derecha en mi pene, acariciándolo sin ser visto, tal cual fetiche exquisito... Aparté su mano y la acosté; empecé en quitarle los zapatos y las medias, acariciando sus pies morenos, chuparle dedo por dedo, al grito de su éxtasis. Subí un poco más; le quité el pantalón, el bikini, delicadamente, sosteniendo una de sus nalgas… Me quedé admirando por un tiempo considerable su vagina enselvada, pensando, quizás, para ese momento, que iba a ser el momento más loco de mi existencia. Mis manos se posaron allí, tiernamente, cuando aquella hembra empezaba a chillar, hasta que me dijo: “¡hazme tuya!”. Dejé de acariciarla, de introducir mis dedos en su vagina; desabroché su camisa, quitándole el sostén, admirando las areolas más oscuras que pudiera ver en mi existencia... ¡Pezones negros! Exquisitos... Mi boca los palpó con candor, su penumbra iluminaba mi vista, al recuerdo más descarado, al orgasmo equivocado. Me sacié hasta más no poder; ya no aguantaba… quise hacerle el amor de ipso facto, pero no me dejó. Terminó de desnudarme, haciendo sexo oral, a su paso; su lengua degustó su epipidimitis, haciéndome suspirar hondamente, mirándome como si en realidad fuésemos una pareja enamorada... Finalmente, se colocó encima de mí, subiendo y barajando a ritmos diversos, luego de haber colocado ella misma el condón; yo apreté sus grandes nalgas con fuerza, besándola desenfrenadamente y abocando sus pezones, mordiéndoselos, hasta que llegamos al coito, en magistral penetración, agonía de sensualidad.
Nos quedamos acostados en la cama. Pasó media hora sin decir una sola palabra; me vestí y le dije que había sido una locura. Sus gestos de deguste placentero, absorbí, como aquella mirada intranquila, que me fuera de una vez. Caminé lentamente hasta la manilla de la puerta, giré, queriendo decirle algo, pero al notar que iba a hablar, se aproximó con rapidez, dejando sus pezones en mi pecho, para decir: “ningún hombre me engañará otra vez; luego de tres divorcios no me atrevo. Me quedaré sola, aunque nadie lo crea”. Quise comprenderla y ayudarla, pero tampoco me dejó, ¿acaso podía creerme que era un hombre romántico, de entrega toral a una sola mujer?. “No me digas nada, por favor”, dijo, con las palabras entrecortadas y sus lágrimas cayendo a su barbilla. Ahí la besé, bebiendo del néctar del simple placer, negándome a una oportunidad sincera romántica en el amor, mas, no lo hice, tan sólo la admiré desnuda hasta la puerta del apartamento, acompañándome a la despedida de un día frenético y sin sentido alguno.
“Si me quieres hacer tuya sólo tienes que tocar la puesta. Aunque no me lo creas, no soy una loca ninfómana, tampoco me he acostado con nadie desde que mi último marido me abandonó por otra. Si lo que quieres es hacer tu pene estallar, aquí estaré para ti, pues, eres especial”. Me sentí en el espejo al que siempre le hablé, al natural de mis sentidos, pero, ¿qué iba a contestarle, a proponerle? Aquellas palabras tan sólo fue un reto, las caricias delirantes que queríamos los dos, deleitando los cuerpos, hacer con ellos lo que quisiéramos, sin inhibiciones, y esa hechicería de sus pezones negros, esos que me habían enamorado, y no precisamente a lo sexual, mas, ¿ella lo iba a entender?. “Tu silencio me hace pensar que vas a regresas. Te espero entonces; cuando me quieras sentir, toca mi puerta”, recalcó, al mismo tiempo que la yema de mis dedos rozaban, apenas, sus pezones, pero sintiéndolos a plenitud.
Me fui de aquel lugar consternado. No podía entender la belleza de aquella mujer, con tanto dolor en sus palabras. Ninguno de los dos logró saber si toda aquella locura nacida en una parada del Metro fue sexo o el verdadero amor, como tampoco que aquellas caricias divinas tuvieran alguna causa morbosa ¡no lo sentimos así!. Si bien es cierto que ayudaba a diestra y siniestra a mis lectores, que era el hombre cursi y entregado del siglo, como lo es hoy, no podía continuar con aquella locura.
Pasaron varios meses desde aquel encuentro inolvidable. La recordé más que nunca un 14 de febrero, ahí, en la parada del Metrobús. Me atreví ir a su casa y tocarle la puerta. Mi puño marcó el empeño de descubrir si aquella mujer de 40 años será mi Mujer Amada, cuando, de la nada, salió una mujer blanca, de cabello grisáceo, preguntándome: “¿tú conocías a Tibisay?”. Con un movimiento de cabeza le hice entender que sí, y con otro gesto preguntándole el porqué lo decía con tanta nostalgia. “Lo siento mucho, muchacho, pero Tibisay falleció hace tres días en un accidente de tránsito”, dijo la mujer, siguiendo su camino. Seguí con la mirada a aquella mujer, en blanco, completamente en blanco, pues, ¿cómo la vida me iba a quitar a la mujer de mi vida? Pensé en ese momento. No recuerdo si lloré, si lamenté no haber ido antes, lo único cierto es que nunca tuve la oportunidad de decirle lo que sentía, o lo que había sentido, que a pesar de ser mucho menor que ella, quería hacer una vida a su lado, mas, no fue posible. Me persigné, recuerdo muy bien, cuando pasé por la Virgen de Coromoto, regañando a la vida y sus destellos de felicidad, regañándome a mí y a Tibisay por lo inmaduro que fuimos, y, no por el sexo de un día, por disfrutarnos a piel, sino por no decir lo que verdaderamente sentimos. En ese momento, cuando salí del edificio, caminando a mi casa, quise estar muerto, junto a ella, pero tuve que seguir con mi vida, aunque fuera sobrevivir bajo este mundo de amor que perdemos, y que por cobardes, en su momento, la felicidad perdemos.
Frank Nessi.
(»-») VUELTA DE BROZA (»-»)
Química
¿Por qué cuando sentimos algo especial por alguien, lo denominamos química? ¿Será por las acciones de la combinación de esas dos personas? El concepto real vendría siendo ese, pero, no somos cuerpos simples, o vamos a sentir química industrial u orgánica, aunque, bueno, muchos terminan siendo el carbono de nuestras vidas, ese grafito de dolor que se es difícil olvidar.
Pues bien, cada persona le coloca su concepto, en eso no me inmiscuyo, sin embargo, me atrevo a conceptualizarlo a mi manera, desde luego extendiendo la parte física o sentimental... Esto me hace recordar las 167 preguntas del viejo semanario Pasquín, en el espacio Entresijo y Réplica, ¿recuerdan? Era la 58. “¿Divide en porcentaje tu interés hacia lo físico y sentimental?”. En aquellos años la gente respondía un 60% por lo sentimental, por lo general, siendo el 40% dudoso, pues, ¿quién le coloca porcentajes a dicha pregunta? Yo contestaría que eso depende de la personalidad de la persona, sí, pienso que es así, pues, la aptitud de la persona logra que te guste o no, si, mezclado con tu sentir, nazca una química entre los dos, y no me refiero al físico, sino el donaire y trato que se tengan.
La química no es un gusto físico, claro, abunda por las calles que María guste de Juan, que le fascine, y a Juan le guste María, pero, ¿existió una verdadera química entre ellos? Se dan un chance, un empate, pues, pa’ no caer en tanta pasguatada. La pasan bien, se divierten, se gustan en exceso, pero a María no le cuadra bien, no se siente plenamente feliz, pues, ni tiempo de estar sola le ha dado, quizás por temor a la soledad, o, porque estando recién enguayabada, aparece otro nuevo chico. La cosa no es que a María le deje de gustar su novio, o que lo tenga en un período de prueba, ¡ni que fuera Alazán cuarto de milla para el Clásico Simón Bolívar! Pero, resulta que es así. En este caso, que es real, sí existe una química, pero es explícitamente física, con sus ciertos toques de dulzura, pero en vano, pues, internamente son diferentes... Los dos esperan más que el otro. Mejor resulta una cama y su relinchar.
Sé que suena grotesco, pero es verdad, hoy en día la carne llama, se hace el amor, supuestamente, mucho más temprano que en los tiempos de nuestras abuelas, sin embargo, existe un hombre por ahí que no se enfoca en la piel, sino en el sentimiento, el respeto, pero, por cosas de la vida, lo cataloga su pareja como extraño, por no ser cortado por la misma tijera. Esta coyuntura es muy cómica, aunque el hecho no lo sea. ¡Ella desea es hacerlo! ¿Por qué siempre debe existir un obstáculo, o defensa absurda? El hombre la está respetando, valorando, pero no lo aprecia, o lo estima pero ya le enseñó... ¡Adiós, estar contigo fue un aprendizaje! ¡Vaya unión! Ja, ja, ja, si te ha pasado, me cuentas...
Sinceramente, la química es una cosa seria, pero ya llegó mi concepto, que, aunque alocado, no termina siendo demente. Para mí ese enlace de química es meramente de personalidad y sueños, es decir, del trato que se tenga con la persona, los detalles, estar pendiente, extrañarla, querer estar a su lado en los buenos y malos momentos, pero no porque te guste físicamente, sino porque conoces sus sentimientos y son semejantes a los tuyos, claro, con sus diferencias, como todo en la vida, pero debe existir un enlace de simpatía, una chispa de sentimientos no totalizados, pues, parece un sueño, hasta que se ven en persona. Este caso es peculiar, pues, sólo se han visto en foto, pero poco le han prestado atención por la forma en que se hablan, en que sueñan juntos, en que se piensan. ¡Se gustarán físicamente! No porque uno sea delgado, como a ella le gusta, o que ella sea blanca y flaca, como a él le encanta, ¡no! Es porque ya se conocen, y, ese ambiente bello que sienten por dentro, el imaginarse cómo será en persona, cuando, sin conocerse, sienten tanto, ¡es que van a estallar! Claro, apenas se conocerán, pero saben que la oportunidad se presta para mucho más, para cumplir los sueños, para amar de verdad, para sentir que existe una persona que esté pendiente de ti, que te haga feliz, porque haciéndolo es feliz, porque se mantienen presente, porque piensan en futuro y porque viven los segundos en plena alegría de confianza. ¿Acaso esa no es la mejor química? Sí, hoy en día no se encuentra, por aquello de la apariencia física, mas, no es un invento, no es ficción, existimos personas que pensamos de esa manera, que nos enfocamos en ello, que entendemos las virtudes y defectos de los demás; todavía existimos los soñadores, con carácter sencillo, los que quieren amar y ser amados de verdad, con todo lo que involucra, no estar por estar, o pensar que todo tiene un final, ¿saben por qué? Porque la química no se acaba, tampoco se disminuye, la química la destruimos nosotros cuando ya no es química, pues, la vida de pareja se transforma, y, no es que caiga en monotonía, es querer más a la persona, amarla, respetarla, mimarla, regar el árbol día a día, pues, es la única forma de recoger los frutos; el sol de tu sinceridad hará brillar sus alas, perdón, las hojas, ¡así es! La química está dentro de nosotros. Unos creen sentirlo a través del físico, pero terminan conociendo lo que se es por dentro... Otros lo sienten por dentro, y terminan amando la apariencia de la otra persona, y muchos lo sienten a la par, con físico y sentimentalismo en total igualdad, ¿o es que tantos sueños y afinidad interna te crea un gusto particular hacia su físico?
La química es adrenalina, compañeros escritos, está dentro de nosotros, lo impartimos a esa persona. El punto exacto es que exista una retroalimentación. Sólo eso, y, ¡a ser feliz!
Sin estandarte:
Frank Nessi.
…Y COMO DIRÍAN EN MI VILLORRIO:
“Ofrécete una oportunidad,
siente el día a día.
Esa persona no llegó por casualidad,
llegó para llenarte de alegría”.
(Sólo es necesario creer o volver a creer en el amor, y, no de palabras, sino hechos, fidelidad y entrega completa)
– EXEAT –
Pido orden de salida, no sin antes decir:
Nunca se pierden las esperanzas de amar... es una vertiente que necesita el ser humano para completarse, mientras otros aseguran que quieren estar solos un tiempo considerable, para curar heridas, para esto y para lo otro, así gustes de alguien, pero, que, lastimosamente, por tu desempeño intrínseco, no estás apto para iniciar una relación de pareja, ¿para qué? Siempre es la misma vaina, la misma ilusión, la misma entrega (que nunca es igual), para caer, nuevamente, en el desamor.
Tabico la erosión.
COLOFÓN:
REALIZADO EL 28 de JULIO de 2.010
La intención de esta página es dejar algunas de las historias que colapsan mi cabeza, un espacio para drenar tan sólo un poco mi memoria cerebral. El Literato
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