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El Literato

Sin Medida

"Sin Medida" es un semanario especial, dedicado a lo carnal, y cierta contrariedad con lo poètico y romàntico... Exclusivo de El Literato, en sus diversas presentaciones, la Web Oficial, donde podrás tener tu perfil y te lleguen las notificaciones, ademàs de muchas sorpresas, como en las de complemento, completamente sin tabùes, en pro a mis lectores y amigos que reconocen que la pasiòn, el sexo y la verdad està en mucho màs que las palabras.

Disfruten a su modo, es lo esencial. Espero les guste esta ediciòn, y comenten. Igual pueden enviarme sus comentarios y sugerencias.

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   EL LITERATO
          La verdad está en mucho más que  las palabras
                                              EDICIÓN: Nº 3
                                  Sin Medida
                           Original de: Frank Nessi Contreras



                                      NOMÉNCLATOR:


- Introito
- Entre nos _________________ El amor duele
- Al escalpelo_______________ Detrás de la puerta
- Sin Detracción ___________ Sin medida
- Perfusión de parangón __ Corazón magnánimo
- Vuelco de Broza _________ Estratos eróticos
- Exeat
- Reflexión de la semana
- … Y como dirían en mi aldehuela



                                      INTROITO

Almas que en silencio recuerdan consonancias momentáneas, dolientes, crédulas, volátiles como la conciencia que divaga en las razones sosegadas, resultó incólume a mis ansias de amar de verdad.


Mi aliento roncó al sol durante toda una tarde, preguntándome bajo un sudor inclemente: “¿por qué las personas enamoradas hacen una tormenta de un vaso con agua?”. Suspiré, a pasos deshechos en el pavimento gris, de aceras mugrosas, asesinas a mi transitar poético, soltando, luego de pocos minutos, una sonrisa divagada entre los sueños y mi realidad, ansiando acariciar la pulcritud tras un cristal, ¡una Mujer Amada! Me rendí ante el romanticismo de aquella tarde, aquel sendero de paz, sentenciando que todo aquello era mentira, como las pesadillas que a diario he tenido durante muchos años. Me sentí desnudo, como los abrazos incurables que se desvanecen cual fumarada antojadiza, ahí, en tus pechos desiertos, saciando al día siguiente sus pecados blancos por falta de fe… ¿De qué hablo? Mira hacia delante y suspira, ¿de qué sirvió amar, entregarte, y sentir vacío después de una noche de amor y placer? Bajo aquel firmamento de sonrisas amarillas, fallecí, en su saliva distorsionada de lujuria, y no de amor, al lento caminar de sus pies desnudos y nostalgia pasajera de un amor que fue, cuando aún era presente. Bajé el telón, viéndola a lo lejos, y supe en ese momento que una promesa se convierte en un capricho frugal, y quienes amamos, al sufrimiento acude, y quien nos engaña, sigue caminando sobre la hirviente acera, como si nada, porque sólo le bastó colocarse medias y zapatos… Glu, glu, glu. ¡Al caso! ¡Qué frasco! ¡Completo fiasco!





                   (-.-) ENTRE NOS(-.-)
              El amor duele

El amor duele, duele porque así lo siento. Las lágrimas me salen solas, las manos me tiemblan y los pies tiritan cuando los apoyo en el suelo. Siento que estoy volando... y el amor duele, duele porque así lo siento, porque su TE AMO me comprime el pecho, porque mi vida se ha sintetizado en recordarla cuando no está conmigo, por extrañarla, por querer siempre estar en contacto con ella. El amor duele, duele porque así lo siento, porque aún sabiendo que el amor es correspondido, lloro y vuelvo a llorar, porque el sufrimiento, la congoja y la aflicción brota de mis poros como crema de afeitar, como la neblina que todos sentimos, pero que cada quien individualiza en su cuerpo. Siento angustia, aunque sea completamente mía, aunque la tenga siempre conmigo. El amor duele, duele porque así lo siento, porque nunca amé ni amaré así, porque nunca quise ni logré amar como lo hago, pero caí en el afecto, la pasión, la idolatría, el puro sentimiento de amor que asfixia, que te hace celar, que te hace caer, y levantarte, que te hace llorar, reitero. Las lágrimas caen en el teclado, el pecho se me arruma... No hago más que extrañarla, que anhelar sus besos, sus labios, sus abrazos, ese sencillo, ese profundo, ese todo, el diario, pero que tanto me hace sentir; extraño sus manos, esas de dedos inmortales para mí, las que veo sin descansar; extraño sus pies, los que me agitan el corazón, los que me alientan a caminar juntos ante la vida engañosa, ante tanta gente que no respeta, que dice amar, pero que a la hora del té, pues, no le echa azúcar...


Extraño su abdomen, sus piernas, sus senos, su vagina odorìfera de amor y pasiòn, sus ojos, ahí, viéndome fijamente, mirándome feo, pero están ahí, a mi lado, y sus ojos también, siempre al camino que mi sombra anhela.

El amor duele, duele porque así lo siento. Padezco de ira y enfado, ese estallido del amor que nadie entiende (ni siquiera yo), pero que proviene del alma, de amar verdaderamente, de saber que esa persona es tu vida, que la quieres para hacer una familia, para soportar sus olores, su sudor, sus vientos por las noches, su aliento en la mañana... El amor duele, duele porque así lo siento. Y existe mucho miedo, terror de no verte a su lado, de llorar y llorar porque amas, porque no soportarías otra lobreguez, porque su cuerpo es mucho más valedero que una morocota, un tesoro que siempre brilla... Hay pavor, espanto, pánico, pero es normal, pues, también hay confianza. Lo has entregado todo y todo lo seguirás dando, porque lo sientes, porque no morirá, porque la candela se inició, porque la candela continuó, y ahí, en medio de la llama, pues, aprendí a amar. El amor duele, duele porque lo siento, pero no importa, seguiré llorando, pero porque te tengo, porque siempre te tendré. Sólo échale leña a nuestro camino, que yo ya pertenezco a la tala y quema, esa que está dentro de mí, esa que arde por ti, esa que siente terror al ver la flama, pero que corre a ella para quemarse, ese amor que te profeso, ese amor que nació cuando te conocí y que se acabará cuando fallezca... Será la única manera que se apague la candela, que se acabe el dolor, este que siempre siento... sólo cuando deje de respirar.

Sin colindantes:
Frank Nessi


                          (º)º) AL ESCALPELO (º)º)
                               Detrás de la puerta

Cecilia estaba sentada en dura silla de plástico, con los codos en sus rodillas y las manos en la cara, cubriéndolas en su plenitud, mientras un policía le preguntaba qué había ocurrido. Dos policías más sujetaban a un hombre esposado, cónyuge de Cecilia, incrédulo a que su esposa alguna vez se iba a atrever a denunciarlo. La bella rubia comenzó a relatar la vida que había tenido con Yeinisquel, mientras el policía dejaba sus manos en uno de los hombros de la víctima, a la furia de aquel marido machista, el mismo que refunfuñaba para sí que se había casado con una “maldita puta de esquina”. Cecilia no paraba de llorar; ya su camisa amarilla se impregnaba de aquel dolor, el que ocultó por tantos años, mientras su pantalón preferido, negro, asemejaba el profundo abandono y tristeza de su alma, aquella que guardaba en sus ojos verdes, en las esperanzas de tener una familia, de entregarse a un hombre, cuidarlo, mimarlo, cocinarle, lavarle, serle fiel, pero, aún más, aguantar tantos maltratos físicos y psicológicos, sin ella darse cuenta que perdía su identidad, la que amarraba el pánico a cada mañana cuando despertaba y no terminaba ni siquiera al dormirse, pues, Yeinisquel, en uno de sus arrebatos, sumado al alcohol y el trabajo sin muchos dividendos, se ensañaba con su esposa, lo que más amaba en su vida, según, cuando viernes y sábados pasaba toda la noche en un burdel, y, al llegar a su casa, aproximadamente a las 3 ó 4 de la madrugada, obligaba a Cecilia a cocinarle o calentarle la comida, llevándola a la fuerza hasta el cuarto y tirarla en la cama, desnudarla y poseerla, sin su consentimiento, forzándola como ella nunca imaginó que lo haría aquel hombre con el que se casó ilusionada, enamorada, y, al cabo de los años, fue transformándose en pánico.

Calló día a día su dolor, sin poder decirle a nadie por lo que pasaba, mintiéndole a su hijo que todo estaba bien, y, de aquellas camisas escotadas, las que tanto le gustaban a Yeinisquel, cambiarlas por manga largas, ocultando los maltratos de su marido y sonreír en la calle, drenar un poco escogiendo los aliños para el almuerzo, ayudar a su hijo en las tareas del colegio y regar las matas a las cuatro de la tarde, mas, cuando ya se acercaba la hora del Himno Nacional, temblaba, cuando escuchaba el retumbar de la puerta, a los gritos: “¡Cecilia, ¡ya llegué! Sírveme la comida mientras me cambio de ropa”. La mujer, tiritando del desasosiego, probaba la comida a cada minuto, imaginándose los puños de Yeinisquel en la alcoba por la llana razón de una falta de sazón, porque se había enfriado la comida o porque el jefe de su marido le había hecho molestar.
Día a día aquella hermosa mujer, la que había creído en un hombre sincero, pagaba las consecuencias de un amor fracturado, del machismo y la falta de sensibilidad. Había amado como nunca, le había dado el regalo de vida más preciado, como lo era un hijo, sin embargo, Yeinisquel nunca estuvo pendiente de él; los sueños de Cecilia de ir al parque con su hijo y sus esposo jamás llegaron a la realidad, sólo en un trío de ocasiones, días de suspenso para su corazón y tranquilidad, porque la mala cara, la molestia y malestar de su marido le harían pagar en la noche, detrás de la puerta, bajo aquel simple cerrojo que trancaba su vida, la que debería ser para la pasión, el amor, los consentimientos, la ternura, incluso la más enriquecedora delectación sexual, ¡pero no! Ya ni recordaba lo que era una susceptible caricia, unas bellas palabras de amor, o, aunque fuere: “Cecilia, estoy muy cansado. Sólo durmamos abrazados, ¿sí?”. La sacrificada madre, la sacrificada mujer, sus sueños había tronchado, sus ensueños había arrancado de raíz, una vez aceptara a aquel hombre, en aquel noviazgo vibrante, de pasión inmaculada, de detalles románticos, de fechas celebradas, ¡ya los días eran sólo eso, días! No terminaba de morir porque ya estaba muerta y su único aliento era él, su hijo, lo único valioso que ésta vida le diera.

Otro día pasaba, otros golpes esperaba, cuando, Yein, su hijo, entró al cuarto y vio que su madre caía al suelo, y el padre enardecido giraba para darle una cachetada a su sangre, diciendo: “¡carajito del coño! ¡Ve para tu cuarto!”. Cecilia, como nunca lo imaginó, se levantó para proteger a Yein, un niño de apenas ocho años, colocar su cara a merced, y decir: “¡pégame, anda, sígueme pegando, pero frente a nuestro hijo!”. Su valentía no nació por quererse a sí misma, ¡eso ya había desaparecido! Imaginó a su pequeño retoño recostado de la pared, ceñido en horror, sin pensar en otra cosa que la muerte, así como le sucedía a ella, después de bañarse al mediodía, apoyada de la pared, frente a la ducha, que caía a sus pies, llorando por el destino que había escogido, en el que no tenía marcha atrás. Cecilia se golpeaba en las mismas partes afligidas, incluso se rasgaba las costras y veía cómo la sangre rodaba por su cuerpo, hasta que se la llevara el agua... “¡A mi hijo no, eso no te lo permito!”, sentenció, entre miedo y fortaleza, para que Yeinisquel se fuera de la casa, lleno de furia, y sólo estallara con fuerza la puerta del cuarto y la de la entrada de la casa.

Sólo un día bastó para que Cecilia fuera a denunciarlo, sí, sólo un día bastó para sentirse mejor, para darse cuenta que hay sacrificios que no son sacrificios, sino masoquismo, aunque ella no lo veía así, pues, entre el amor y el odio vivió. Todo lo que pasó en diez años, detrás de la puerta de su relación, moría en una silla de plástico, frente a un feo policía, pero que amaba con frenesí, para ese momento, viéndolo como una luz radiante, que aquellos años cuando paseaba por las calles con su novio hermoso, el más codiciado, y el que ella había enamorado, fue una pesadilla… En cuestiones de segundos todo desapareció, el amor, el odio, el rencor, el miedo; ahora sólo lloraba de alivio, sólo pensaba en regresar con sus padres, con los que nunca habló, con quienes pudo confiar y confiará durante toda su vida, sin recriminaciones, todo por temerle a un hombre que sólo le hizo daño, un hombre que mató diez años de su vida, por pensar, tontamente, que él iba a cambiar y que la iba a tratar como alguna vez lo hizo, que la besara después de hacerle un almuerzo especial los domingos, o que le diera nalgadas juguetonas en el parque junto a Yein (nunca le pareció agradable, pero lo extrañaba locamente). “No quiero que él sufra como yo; sólo quiero dedicarme a mi hijo”, expresó, secando sus últimas lágrimas, tomando las manos del policía y verle la cara a Yeinisquel. “Ya no nos harás más daño”. El policía no le dijo nada, sólo movió su cabeza para que se llevaran a aquel hombre, y, con sólo mirarla, la llenó de calma, pues, él iba a pagar todo el daño que le causó. “No se preocupe, señora. Sólo usted conoce su dolor, sólo usted tendrá la oportunidad de ver nuevamente la luz. Ya no se preocupe por él, encárguese de su hijo, que, las heridas sanan, y sé que usted las va a sanar. Éste será el único día que recuerde, cuando salga de aquí. Sentirá mucho miedo, porque tendrá que aprender a caminar otra vez; no es imposible”.

Cecilia se levantó y abrazó al policía, así como no había abrazado a un hombre jamás, con tanta emotividad, mas, sabía que no iba a creer en un hombre como lo fue con Yeinisquel, pero era cuestión de tiempo, de caminar sin tiritar, de sentirse bien consigo misma y saber que la vida era una sola, que en una relación de pareja deben existir bases, acoplamiento, entendimiento y comunicación, no cegarse por un exterior, no encandilarse por enamorarse y proyectar a una persona de lo que será a tu lado. Por eso, yo, El Literato, prefiero mostrarme tal cual soy, con mis virtudes y defectos, con mis manías y mis detalles, cual cuchillo cortante, pero con transparencia, con sueños, sí, como el hombre consejero y sensiblero, ¡así deben ser los hombres! No tener máscaras; sólo hay que decir y llevar a los hechos lo que tú eres, sin escombritos, sin galanterías, sin promesas, sin tiempo para conocerse y establecer una relación, porque, hoy en día, así duela en el alma, o no te duela, hay mujeres que sufren los embates del desengaño, la avaricia de los celos, las apariencias a un todo, y, apartan la realidad, como la experiencia de Cecilia, como tantas mujeres que son maltratadas física y mentalmente, e incluso aquellas que son ultrajadas y por temor no denuncian a sus agresores. Sólo quedan bajo una ducha, entre cuatro paredes, detrás de la puerta, estregándose los senos y la vagina porque un hombre, un simple hombre, las violó, las maltrató… y lo peor es que en estos casos, de agravio, ofensas, violaciones, injurias y otra cantidad de hechos punibles, siempre resultan de personas cercanas. ¡Abran los ojos, no callen, que, por eso, tantos miserables caminan como si nada, felices, por las calles!

Frank Nessi Contreras




            (°-°) Sin Detracción(°-°)
                          Sin medida

Durante una semana santa, descubrí un lado exhibicionista, pero, más allá de eso, ¡descubrí lo más fantástico! Hoy lo cuento a mi amigo Frank y lo publique en su semanario.

Estaba ansiosa por tomar sol. Llegué en mi carro, sola como siempre, inventándome sólo el motivo de un buen bronceado. Me sorprendí cuando miré cómo cada año se iban reduciendo el tamaño de los bikinis; me seduje a mí misma que esas chicas se verían más atrevidas desnudas. Me hundí en mi propio calor, y decidí bañarme un rato en el hirviente mar. Volví a mi lugar, incómoda por las cuatro tiras de mi bikini y la imposibilidad de quitármelo en público. Me hizo pensar que mi pequeña historia no puede ser tan original para ustedes y mucho menos para Frank, pero para mí siempre lo será.

Bueno, no todo comenzó con la ida a la playa. Fue el comienzo de un todo, de mí misma como mujer, que ven los demás, y las ganas de desnudarme ahí frente a todas… Me fui de aquel hermoso paraíso, tomando la decisión que no usaría sostenes ni pantaletas, claro, esa idea no resultó muy buena comenzando el semestre en la Santa María, porque el frío era insoportable, pero quería sentirme desnuda de alguna manera. Me compré ropa interior roja, transparente, hilos dentales y unos sostenes con plumas dignos de una conejita de Playboy, y, ¿para qué? Es que estar sin sostenes y pantaletas durante el día, me ponía muy caliente, y mi vecino resultaba el dueño de mi placer del día, por eso compré tantas cosas.

Así aprendí a disfrutar del sexo. Me hice asidua a lo carnal, tanto, que mi vecino terminaba llevándome a la playa, y dentro de su carro, hacíamos de todo, pero yo viendo siempre a las chicas en traje de baños. Supe que mi educación sexual y amorosa era una locura. Mi vecino no quería una relación formal, y a mí me llamaba la atención las mujeres.

Un día, que pensé que iba a ser normal, me quedé en su casa porque su familia se fue de viaje. Él se puso sus bermudas, yo me puse mi bikini amarillo y nos acostamos como dos animalitos en la alfombra de la sala. Me pareció una película dulce y romántica; comenzamos a besarnos con pasión, tocándonos por encima de la ropa, hasta que nos quitamos todo lo que teníamos puesto. Cuando me di cuenta, prontamente él estaba encima de mí, yo gimiendo, y una mujer entrando en el apartamento. Mi vecino sólo dijo: “es el regalo que te doy”. Él no me soltó, porque quise levantarme. La chica se desnudó y dejó sus senos en mi boca; me sentí apenada, pero logró excitarme, mientras mi vecino me penetraba y se echaba hacia atrás, ella me tocaba y me besaba. No sabía lo que tenía que hacer, así que sólo me dejé llevar. Hice de todo esa noche, por eso, nunca la olvidaré.

Si yo pensaba que andar con menos ropa resultaba una locura, sentir amor por otra mujer me aturdió más, pero gracias a mi vecino me di cuenta de muchas cosas, entre ellas que me dejara mi sostén y mis pantaletas, y que reconociera que era bisexual. ¿Dónde estará mi bikini amarillo? Me pregunto ahora, ¿dónde quedó esa niña curiosa de la playa? No lo sé, pero por si acaso, como una cábala, nunca volví a usar uno de ese color, ¿saben por qué? Porque quiero recordar ese día como único, porque quise contarlo aquí, y aunque sea estúpido y hasta simple, esa noche descubrí que me gustaban las mujeres, pero me fascinan los hombres.


Aquella fantasía terminó siendo realidad, y hoy, ya después de varias experiencias, quiero tener una relación seria entre tres, que tenga un novio, una novia, y los tres nos amemos. Quiero ser feliz, sí, es una locura, pero es lo que quiero, una relación seria de tres, para siempre, sin importarme lo que piensen, porque así soy y seré toda la vida.

Gracias por todo, Frank. Eres un buen chico.

Andreína Fernández.




Nota de El Literato: cada persona es como es y debe respetarse como tal. No hay historias estúpidas, sino gente que no reconoce esta época. El amor está en todas partes, las fantasías también, y, si existen verdaderos sentimientos, siempre, y es así, deben aceptarte tal y como eres. Cambiar es imposible.

Sin cernejas en la sin hueso:

Frank Nessi Contreras.
 
                 ( *.+) PERFUSIÓN DE PARANGÓN ( *.+)
                                 Corazón magnánimo

Esta es la historia… ¡ay no! Siempre la misma gamuza para escribir, ¡qué va! Esta es la desfachatez más feliz que había escrito, una alegría enorme que despierta polémica, una historia difícil de digerir para algunos, pues, cuando hablamos de amor, nos fijamos o estamos mentalizados en encontrar a una persona, sí, una persona, una, ¿entendiste? Pues, una de mis lectoras asiduas (desde el segundo año leyéndome y siendo su consejero), me lanzó una bomba, bueno, me confesó, como siempre lo ha hecho, su situación sentimental, desde luego, tenía tiempo que no hablaba con ella, aproximadamente un año, y, quería actualizarme de su vida y que dedicara un espacio para ella, sin nombrarla, desde luego, ya que su novio, otro de mis lectores, también ha sido partícipe del semanario, incluso escribió en muchas ocasiones para el hebdomadario de otrora Pasquín.

Anastasia, como la bauticé en éste semanario, continuaba con su novio de toda la vida (5 años de noviazgo), de lo más feliz, compartiendo el mayor tiempo posible con él, como la pareja más dispareja que he conocido, pues, ella es un monumento andante, mientras mi pana Rómulo de lo más normal, retaco, moreno y más ordinario que pasapalo de yuca. En fin, Anastasia se enamoró perdidamente de Rómulo, incluso llegó hasta cocinarle y llevarlo el almuerzo al trabajo de su novio, lo llenó de globos, corazones, peluches y bombones los COMERCIALES 14 DE FEBRERO, y, se mantenía feliz, sumamente feliz, ¡es que verlos por separado impactaba! Un buen día, o malo, como lo quieran ver, en su puesto de trabajo, revisando un mensaje de uno de sus tantos perfiles en Internet, se emocionó con otro chico, asombro para ella misma, pues, no era de las típicas mujeres que tenía amigos por esa vía, tampoco buscaba nada, simplemente pasaba el tiempo, a modo de aliviar el estrés, mas, empezó a sentir cosas nuevas para ella, mensajes hermosos, incluso llamadas de ese muchacho, Aníbal, invitándola muchas veces para el cine o conocerse, simplemente, pero no estaba dispuesta a tal acontecimiento, pues, Rómulo merecía respeto, y no era como esas chicas que mientan: “disculpa, tengo novio. Podemos conocernos, ser amigos, y, si nace algo más, lo hablamos”. ¿Qué? Es la misma estopa, que se tiene, pero dejas el campo abierto a lo que pueda suceder, ¡meras cortesanas pues! Anastasia estaba muy clara que si aceptaba a salir con Aníbal, se lo diría a Rómulo, incluso hasta le iba a decir para ir los dos juntos, ¡vaya locura! Una mujer correcta, a decir verdad, en vez de andar de realenga, como muchas, que piensan que tener espacio es vital, cuando resulta propicio para la vagabundería.

Pasaron seis meses, siempre en contacto con Aníbal, confiando su día a día, hasta que ella misma lo llamó y le pidió que fuera para la empresa donde trabaja, simplemente para almorzar juntos. Fue un simple impulso, fue la felicidad que le faltaba, sí, aunque suene extraño, pero Aníbal le daba el romanticismo que Rómulo no tenía, los detalles que Rómulo jamás le dio, y, ahí estaba el punto loco de su amor, de su corazón magnánimo. Desde luego, en la empresa donde trabajaba, todos conocían a Rómulo, y verla almorzando con otro hombre, riendo y pasándola como de toda una vida con otro, impactó, incluso a ella misma, pues, así lo sintió. Aníbal no perdió la esperanza de quedarse con ella, con tan hermosa e inteligente mujer, tan trabajadora y cariñosa, pero un sartenazo le daba Anastasia, dos meses después, de varios almuerzos y salidas, por ahí mismo, cerca del trabajo… Le estampó un beso de amor, sí, de amor, profundo, sentido, intenso, dulce, ¡sintió que su corazón se achicaba! Sus pies temblaron de emoción, y, lo más cumbre, es que jamás se sintió infiel, pues, sus sentimientos eran puros, su esencia de mujer se valía de la verdad, la que decía su corazón: estás enamorada de dos hombres, y si dejas uno, sufrirás como nunca antes.

La historia de Anastasia pica y se extiende, porque Rómulo nunca supo la verdad, mientras Aníbal estaba al tanto de la situación, pues, se caracterizaba por ser un hombre complaciente, ¡y la comprendió! Anastasia, desde ese momento, comenzó a tener dos novios, y lo curioso del caso es que no estaba confundida, ¡los amaba a los dos! Si tenía algún problema con Rómulo, sufría, si Aníbal dejaba de escribirle, lloraba, si Rómulo no iba para su casa como todas las tardes, se afligía, si Aníbal no almorzaba con ella, se sentía sola, ¡y es que su amor ni ella misma lo entendía, pero los amaba a los dos! Sé que puede sonar una locura, que Anastasia es una mujer indecisa, liberal, relajada, ¡pues no! Simplemente vivía y sentida, sin darle cabida a los juegos, lo único que le hacía sentir mal es que Aníbal tenía que aguantar la distancia cuando estaban en público, e incluso cuando iba para su casa, los dos se reprimían, pero estaban juntos, que era lo importante.


Le pregunté muchas cosas, desde cómo podía tener dos novios y atenderlos, hasta cómo hacía el amor, qué sentía, cuál disfrutaba más, y, para mi sorpresa, sus letras eran sinceras, de entrega total, de orgasmos sentimentales, tiernos, emblemáticos al arte, como siempre he estampado en mis párrafos. “¿Estás conciente que estás haciendo el amor con dos hombres diferentes, y sientes lo mismo?”, le pregunté, y, Anastasia, siempre sincera, me respondió: “Frank, yo los amo, ¿acaso no lo entiendes? Pensé que podía hablar contigo, apoyarme, aconsejarme como siempre lo has hecho. Eres otro hombre más. No me entenderás”. Quise colocarme en su posición, pero, era difícil, ponerme en sus zapatos, el sólo imaginar el hecho de amar a dos mujeres y buscar una solución, no tenía ni pies ni cabeza. “Sigue viviendo tu felicidad, mientras dure; habla con Rómulo y fíjate en su reacción y verifica qué sientes por él…” Tantas cosas me vinieron a la mente, que no podía preguntarle nada, pero, su rabia conmigo, por no entenderla, me hizo recrear todas las posibilidades, a ver si Anastasia abría los ojos y se daba cuenta de la gran mujer que era… “Estás engañando a los dos, aunque uno esté conciente de los hechos. Tú eres una mujer de valía, y sé que lo que decidas será lo mejor para todos”. Mi bella amiga (lectora), recapacitó, pero colocándome en el medio: “Frank, hablemos los 4. Tú tienes que estar ahí”. Por un momento, no quise, pero mi afán de consejero, y por mis lectores, no porque me encante, se afloró. “Está bien, vamos a vernos, pero sólo seré tu apoyo, no decidiré por ti ni por ellos”. Esas simples palabras lograron hacerla recapacitar. Anastasia me dijo que hablaría con Rómulo, que le diría que lo ama y lo amará por siempre, pero que también amaba a otro hombre y que él decidiera el futuro de los dos, pues, Aníbal sólo esperaba por ella, y, conociendo el mundo de hoy, sumado a la fidelidad y toda la amalgama social de lo que se debe o no se debe hacer, si se siente o no se siente, sabía que Rómulo la iba a dejar, y quedaría solamente para él.

Pasaron dos semanas, sin saber nada de Anastasia, hasta que conversamos. En efecto, había hablado con Rómulo; me contó que lloraron como nunca, por tan hondo amor, y decidieron algo que me dejó tieso, ¡tan espigado como nunca! De verdad no podía creer que Rómulo le propondría algo semejante, conociéndolo como lo conozco, pero, bueno, ¡el amor nos hace cometer locuras! Le propuso vivir los tres, sí, vivir los tres para que ella, y un tiempo dado, fuera partícipe para una decisión donde sólo ella sería protagonista. Anastasia me dijo que Aníbal había aceptado, que ya se iban a mudar a un apartamento de dos habitaciones para no mezclar el chivo con el mecate, y, desde luego, no dormir los tres en una misma cama… Anastasia resultó ser una Mujer Compartida, como iba a titular este espacio, pero no me cuadró, pues el corazón magnánimo de Anastasia superaba cualquier título… Mientras hablaba con ella me preguntaba cosas como qué hombre va a compartir a una mujer, qué podía sentir uno de ellos, estando solo en una habitación, mientras otro se está gozando la mujer que amas, qué podía pensar ella sintiendo la energía de su otro hombre en el apartamento, ¿y si se encontraban en la cocina, qué iban a hablar, qué harían, se besarían? Demasiadas variantes podríamos pensar, analizar, o vivir, en el caso de los tres, pero, para mi sorpresa, ¡pum! Una noche, después de unos días, Anastasia llegó al apartamento y Aníbal y Rómulo estaban en la mesa tomando cerveza y hablando de lo más tranquilos. Cuando la vieron, sonrieron, y casi a coro, expresaron: “hoy es una noche de hombres”. Anastasia, como era, quiso hacerles de comer para que picaran, revertir esas palabras para que hablaran los tres, pero tanto Aníbal como Rómulo le dijeron que se fuera para alguna habitación, pues ellos iban a seguir tomando, y a la hora de dormir, uno lo haría en el sofá y otro en la habitación restante. Aquella noche fue inesperada para Anastasia porque aquellos hombres casi ni se hablaban, ¡para ahora ser amigos!

Cosas que pasan detrás de una puerta de apartamento, ¡órdiga! La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡ay Diantre! Anastasia tenía a sus dos hombres en el apartamento y le tocaba dormir sola, sin el calor de pecho para dormir; tuvo que enrollarse entre las sábanas y escuchar las carcajadas, además de varios nombres femeninos, unas conocidas, otras no, ¡se tapó con la almohada! Mientras tanto, Aníbal y Rómulo dejaban sus pies sobre la mesa, comentaban de aquella locura, y, a su vez, hacer chanzas de amor, mezclados con guayabo, pero un despecho diferente, porque la mujer que amaban profundamente estaba a pocos metros, porque no era un despecho típico, esos de emborracharse y llorar, tan sólo confesaban un amor verdadero, pero por un mismo cuerpo, una misma fémina.

Luego de aquella noche, todo cambió. Anastasia siguió hablando conmigo, Rómulo me mandó un correo apoteósico, pues, se enteró que yo sabía todo, y, hasta Aníbal me envió su correo para que lo anexara al semanario… Muchas cosas están por contarse, muchas sorpresas vendrán, pero será para las próximas ediciones, porque tanto Aníbal, Anastasia como Rómulo, tienen sus versiones, y es lo que exploraremos en la próxima edición de esta Perfusión de Parangón.

Sin cernejas en la sin hueso:
 Frank Nessi.


                
               (»-») VUELTA DE BROZA (»-»)
                       Estratos eróticos

En este mundo se hace de todo, y, nadie tiene la potestad de decir lo que está bien y lo que está mal. Por ejemplo, una pareja alemana se cayó desde una ventana, y fueron hallados en el jardín, desnudos. Según la protagonista del suceso, sólo estaban tonteando y no teniendo relaciones sexuales. ¡um! ¡Le creen! Lo cierto es que los dos eran amantes y se estaban divirtiendo, pero, ¿por qué se cayeron entonces? Se rompieron unos cuantos huesos, todo por la pasión y lo prohibido, ¡válido para cualquier se humano!

Siempre he tenido la suerte que la gente se acerca a mí y me cuentan sus penas, alegrías y demás. Desde pequeño, tuve ese don ¿o más bien es un defecto? Lo cierto es que siempre he estado ahí. Aún recuerdo la primera vez que salí con una lectora, bueno, en realidad no estaba ella sola, pero fue en un hotel, sí, un hotel. Me llamó poderosamente la atención por la forma como mi lectora y su acompañante se mostraban; bailaban de una manera sensual para atraer con ello a los clientes o clientas. Dentro estaba todo con azulejos, algunos en colores, una cama en un lateral y una especie de tocador que parecía de muñecas, veías como abrían sus puertas para animar al personal a entrar un rato con ellas, otras hacían gestos lascivos; era algo muy curioso de ver. ¿Para qué aquella mujer me había llamado? ¿Qué clase de consejo quería que le diera? Todo estaba a merced, mientras uno de los meseros me servía mi primer trago de whisky. Dentro de esas habitaciones todas tenían una luz roja amartillenta, consiguiendo una piel aterciopelada, sumamente atractivas, semi desnudas, con conjuntos atrevidos de lencería o simplemente disfrazadas de colegialas o de pérfidas sin retorno.


- Si quieres me subo a aquel aparador y te muestro lo que hago- (me dijo, entre sonrojos y su realidad).


Lo pensé unos minutos, sopesando todo lo que conllevaba, podría ser algo de lo más morboso, aunque tenía un peligro, y era que yo había ido era a aconsejarla. Me quedé unos instantes pensando, al tiempo que ambas se reían a carcajadas, pensando que había aceptado, mas, ¿aceptado qué? Era obvio, ¿no?

Me levanté, con rabia, por todo lo ocurrido, pero ya estaba ahí, así que fui directamente a apartar las cortinas de aquel aparador, con ojos chillones, mientras ellas dos no paraban de reír, ya que veían que había aceptado a su no sé qué. Por momento, perdí la conciencia, desde luego, por aquella gente del lugar y mi actuación de burdel. No pude articular palabra, apenas y movía mi cuerpo al ras de la música. La acompañante de mi lectora se levantó y cerró la cortina, al tiempo que sentí sobre mi espalda unas manos femeninas. Al voltear, sentí los labios tibios de aquella mujer que me seguía por tantos años de romanticismo. Me besó de una forma dulce y tierna, contrario a todo lo que caracterizaba aquel lugar; sentí sus besos largos y apasionados, mientras sus manos bajaban desde mis hombros hasta mi cadera, apretándome contra ella.

Decidí aprovechar la situación y seguir adelante con aquel juego morboso y excitante, como jamás lo pensé en mi trayectoria como escritor romántico.

Cerré los ojos y sentí como sus labios besaban mi cuello, mientras me acostaba en la cama. Aquella bella mujer se fue desprendiendo de la poca ropa que llevaba puesta, sin prisa, y sus ojos iban recorriendo mi cuerpo en los que podía ver el deseo en ellos. Se apoyó con las rodilla en la cama y así se acercó hasta a mí, rozándome con sus labios y besando todo mi cuerpo, hasta que llegó a mi pene. Abrí los ojos rápidamente, apartándola de inmediato, tomando sus piernas y abrirla para mí. La amiga entró, encendiendo un cigarrillo, riéndose con morbo por lo que veía, sin moverse de aquel lugar. Llegué a su vagina, en un cambio de luces de su deseo, pues, ya los pantalones me había quitado.  

Introduje mi lengua, sintiendo su gemido de placer, gustosa a lo que le hacía, apartándola de caricias, las que quería hacerme, para excitarla a la máxima expresión. Me deslicé encima de ella, ya sin interior, rozando mi pene erecto desde sus pies, besándola también y acariciándola como nunca pensé que haría jamás a una prostituta…

Alzó sus ojos, mirándome la cara, mientras la penetraba duramente, sensación de placer acompañada con un alarido de placer único, quizás para ella, común, pero para mí resultaba maravilloso.

Exhaustos, tumbados el uno cerca del otro, pasó su mano por mis hombros, sin dejar de jugar con mi pene, que al instante reaccionó a sus caricias poniéndose duro, se acercó de nuevo a mí, besándome. Ya un orgasmo teníamos a ruedo, y muchos sueños de poemas tirados a la basura, tantas palabras que nos habíamos escrito, ¿para qué? Mi pene se endureció reciamente, volvía a ponerse caliente y erecto; ella sintió con sus dos manos aquel grosor y deseo, latiéndole como mi corazón a aquella locura. La otra mujer se me acercó y me tomó de las manos, llevándolas hacia atrás, quedando de rodillas, inmóvil, y mi lectora lamiendo mi vitalidad muy despacio, de abajo hacia arriba, excitándome a un punto extremo de taquicardia, mezclada con temblores. No aguanté más y me zafé de su amiga, empujándola nuevamente, pero colocándola en cuatro, moviéndome como tigre tras la selva; abrí sus nalgas, y, penetrando en su ano, mis manos sujetaron sus caderas sudadas, placer consumado en totalidad, al hundirme en ella como nunca antes con nadie.

Era tanta la excitación que con unos ligeros movimientos, ella llegó al orgasmo, mezcla entre penetración vaginal y anal desmedida. Continué, y, en un arrebato placentero, me hizo acabar en su boca.
 

Quedé completamente exhausto, tirado en la cama, cuando escucho a su amiga hablar con un hombre afuera.



Me levanté enseguida, vistiéndome rápidamente, sin prestarle atención a mi lectora, o lo que hacía, lo que sentía, cuando escuché decirle a la supuesta amiga a aquel dueño de burdel: “ya Cristina se estrenó. Perdió todo lo que tenía que perder, y con el hombre que le gustaba. Ya firmó el contrato para un año en el burdel”. Giré, con susto, viendo a mi lectora fijamente, llorando con dolor, y yo persignándome, porque se encendieron las luces blancas, y tanto ella como yo, las sábanas y hasta mi ombligo, fueron testigo de aquella pérdida de virginidad, aquella sangre que creí que ella había perdido hacía mucho, y era yo el causante de su desgracia, o del destino que ella se había trazado, contraria al amor o lo que quería en realidad conmigo.

Frank Nessi.

Escrito para mi novela mitológica, a fe de saber que muchas veces podemos vivir realidades, que escribimos, o huirle al amor por miedo. No importa lo que hagamos o lo que queramos, sólo importa que quieras y ames a la persona como es y te corresponda de igual forma. Eso sí es amor, de resto, para nada servirán los sentimientos, si dejas que las palabras se las lleve el viento, o creas todo lo que escribe un escritor como yo.

Sin estandarte:

El Literato

Y COMO DIRÍAN EN MI VILLORRIO:


“Aquel cuyo escrito quede inscrito en esta página, la muerte etérea tendrá muy cerca”.



 (La clave está en saber que muchas veces estamos muertos, y no lo sabemos. Vive a carne viva, así sea mediante letras. Seguramente, los mismos deseos te lleven a vivirlo piel a piel).

                           EXEAT

Pido orden de salida, no sin antes decir:


Indigentes y basura por las calles,
delincuentes y centenares de muertos los fines de semana.
¡No hay justicia que clame
al que tiene la razón, en son de flama!

Y sigues caminando por las veredas,
sin conocer al que está armado,
el que sufre por un amor, que su alma enreda,
al sufrimiento, hundido en recuerdos de prado.

¡Y la frialdad de tu amor verdadero encuentras,
cuando los fundió el amor...!
¡Y el rap callejero en los ranchos penetra,
al recién caído en el suelo, inválido de candor!
Muerto,
como ese amor,
como la entrega infinita que diste,
sin saber cuántos pétalos han caido de la flor,
esa que tú mismo destruiste.

Frank Nessi.

Tabico la erosión.



                                   COLOFÓN:

     REALIZADO EL 27 de octubre y 03 de noviembre de 2.010




Y recuerda las Páginas de Complemento, sin censura:

1- Estilo Blogs, sin tabúes (Adulto)
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2- Con más sorpresas



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